Aunque hayan pasado muchos años, puedes seguir arrastrando una pena, una culpa, que se pueden sanar ahora.
Qué difícil es ponerle un título corto y descriptivo a este tema tan delicado. Cuántas de nosotras hemos sufrido un aborto, natural o provocado, y nos queda esa sensación de culpa, o simplemente pena, por lo que pudo haber sido.
También conozco bellas mujeres que perdieron sus bebés en el último momento del embarazo o al poco de nacer, para las que el duelo es, si cabe, más profundo.
A todas vosotras, y a todos los hombres que también estéis pasando por el mismo dolor, os dedico esta publicación, deseándoos que alcancéis la paz, esa paz serena y amorosa que aguarda dentro de cada corazón.
No conozco a ninguna mujer a la que le ofrecieran hacer un funeral a esa personita que no llegó a vivir. Por eso, tengo un consejo para ti:
Honra y despide a esa criatura que vino a la esfera terrenal pero cuya vida no prosperó.
Has de saber que, en el momento de la gestación, el Universo ya lo tiene todo planeado. El alma designada ya conoce a su padre y a su madre, ha programado las pruebas que quiere superar, ha elegido los karmas negativos que quiere limpiar y las virtudes o dones con los que contará para cumplir su propósito.
A veces, el alma elige todo eso con absoluta libertad y, otras veces, acepta las propuestas de sus Guías Espirituales, que le ayudan a diseñar una vida provechosa. Por mi experiencia en gabinete, veo que las almas viejas están más comprometidas con la sanación y se programan pruebas más ambiciosas, mientras que a las almas jóvenes hay que empujarles un poquito para que acepten determinadas misiones. No obstante, en cualquiera de los casos hay una aceptación por parte del alma de la experiencia de vida que tendrá, antes de venir a la esfera terrenal.
Es importante comprender eso para darnos cuenta de que la muerte prematura del feto o del bebé ya estaba programada. No hay duda de eso. El Universo sabía lo que iba a pasar, lo que ibas a hacer, lo que no ibas a hacer, estaba todo diseñado.
Eso no quiere decir que tu sufrimiento no tenga razón de ser. Lo que programamos en el Espacio Entre Vidas y lo que verdaderamente sentimos cuando vivimos en un cuerpo físico, a veces no se parecen en absoluto. Es como cuando decides subir una cima de montaña el domingo y resulta que a mitad de camino ves que era mucho más exigente que lo que pensabas.
Pero para el feto, no hay sufrimiento. He sentido y ayudado a ir a la luz a multitud de almas en pena, y ninguna era un feto o un recién nacido. He canalizado a varios abortos, voluntarios y naturales, y ninguno tenía el más mínimo resentimiento contra la madre o el padre. En general, para esas almas la experiencia ha servido para revivir la sensación de estar constreñidas nuevamente en un cuerpo, quizás porque llevan tiempo sin encarnar. También puede suceder que tú, antes de encarnar, hayas programado sufrir una pérdida tan dolorosa, para aprender algo o sanar algo del pasado, y que esa alma amiga se haya prestado a ello.
Que esta explicación sirva para aliviar tu culpa y tu tristeza. Sea como fuere, si sigues pensando en ello a pesar del tiempo que ha pasado y te pesa de alguna manera, haz este acto de psicomagia a modo de funeral simbólico.
Disculpa esta larga introducción. Vayamos ahora al objeto de esta publicación:
En el artículo del blog La psicomagia (aquí), presenté el caso de una señora mayor que seguía con remordimientos por un aborto voluntario de la juventud, a la que le prescribí un funeral simbólico, un acto de psicomagia, ya que ni tan siquiera vio el cuerpecito del feto, ni le puso nombre, ni le dijeron su sexo.
He de decir que ella no era consciente de que ciertos dolores físicos estaban provocados por la culpa y el remordimiento de aquel aborto, solo sabía que últimamente pensaba a menudo en el hijo que no tuvo. Porque tenía la intuición de que había sido varón.
A ti te pasará lo mismo, “sabes” el sexo de aquella criatura. Sabes el nombre que le habrías puesto, y si no lo llegaste a concretar, hazlo ahora: ponle un nombre. Dale existencia. No tienes que estar segura de si era niño o niña, simplemente decídelo ahora.
Y escríbele una carta: explícale lo que pasó, cómo te sentiste, qué vida le habrías dado, qué familia habría tenido. Cuéntale lo que sientes ahora, lo que lamentas, lo que agradeces. Pídele perdón por lo que lamentas, sea lo que sea. Permítete sentir todo ese dolor y compártelo.
A su vez, compra una ropita de bebé, o un babero, por ejemplo. Algo que le represente. Quizás conserves algo que compraste o te regalaron en su día. Y una cajita de cartón, madera o tela, no muy grande, donde meterás la ropita y la carta.
Ya que vas a enterrar esa cajita, hazle algún regalo a la Madre Tierra, a modo de ofrenda chamánica, como agradecimiento por acoger a tu criatura. Incorpora en la cajita, por ejemplo, unas semillas, algunas flores y unas gotitas de miel, representantes de la vida, la belleza y la dulzura.
Cuando hago ofrendas, cojo una par de semillas de cada bote de la cocina: pipas, arroz, lentejas, alubias, quinoa, chía, cualquier cosa que tenga vida y que pueda brotar. Las flores, pueden ser del campo, o un dibujo de flores. Y la miel, puede ser azúcar. Hazlo sencillo, lo importante es la intención, el amor que le pongas.
Por amor a la Madre Tierra, procura que todas esas cosas seas fácilmente biodegradables.
Ya solo te falta elegir un lugar de la naturaleza donde enterrar esa cajita, un lugar que sea especial para ti. Un lugar que no veas cada día, pero al que puedas volver de vez en cuando. Puedes ir sola o acompañada, como lo sientas. Acuérdate de llevar alguna pala pequeña para hacer el agujero, para que la caja quede bien enterrada. Por experiencia propia te diré que un cuchara puede no ser suficiente.
Ya estás en el sitio y ya has hecho el agujero. Ha llegado el momento, el día adecuado. Reza si te gusta, medita si te apetece o, simplemente, concéntrate en lo que vas a hacer. Vas a pedirle a la Madre Tierra que acoja a tu criatura y la reconozca como un ser vivo que ya no está entre nosotros. Vas a pedirle a Dios, o a los cielos, al Padre Sol, o al Universo, llámalo como quieras, que guarde y proteja a esa alma que compartió un tramo de su camino contigo y te ayude a sanar tu dolor.
Lee la carta en voz alta, despacio, sin prisa.
Al terminar, introduce la carta en la cajita, junto a la ropita. Coloca la cajita en el agujero de la tierra y echa las ofrendas de semillas, flores y miel si no lo has hecho antes. Y decreta:
Hola, amada niña, amado niño, hoy reconozco tu existencia,
ya tienes nombre DI SU NOMBRE:
Te doy las gracias por haber formado parte de mi vida.
Pido a la Tierra que te devuelva a la tierra.
Pido al Universo que transmute todo mi dolor en Amor.
Pido perdón por todo el daño que pude hacer, a otras personas, pero sobre todo a mí misma.
Lo hice lo mejor que supe.
Me siento profundamente amada ahora.
Estamos en paz
¡Hecho está!
Gracias, Gracias, Gracias
Cierra la caja y cúbrela de tierra. Marca si quieres el lugar con una piedra singular. Podrás volver aquí siempre que lo necesites. Aunque no tienes obligación de hacerlo. Ya estás en paz, todo está bien.
Te deseo valor y fuerza
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